Por Esteban Valenzuela*
El ex obispo Fernando Lugo acabó con 60 años de dominio político del Partido Colorado en Paraguay. Aliado al Partido Liberal y un conjunto de agrupaciones políticas y sociales de centro izquierda, obtuvo el 41% de los votos sobre Blanca Olevar, venciendo a la candidata oficialista que sacó el 31% y al ex general Lino Oviedo con el 21%.
El Presidente del Congreso, senador Miguel Abdón Saguier, extendió una invitación a parlamentarios amigos de América Latina que actuamos como veedores. Teníamos otra razón poderosa para asistir: a distintas autoridades les pedimos que soliciten diligencia a los tribunales de Itapua, zona donde el año 2007 fue asesinado el periodista chileno Tito Palma, quien denunció mafias locales de contrabando y corrupción. El Colegio de Periodistas se sumó a nuestra demanda de verdad y justicia en este doloroso caso.
Lo de Tito Palma habla de la corrupción que tiene estancado al Paraguay. El país de seis millones de habitantes tiene una economía estancada, el Estado no genera redes de ayuda social, la salud pública no llega a los pobres, no hay planes eficaces en vivienda, no se generan nuevas oportunidades de empleo. El éxodo de paraguayos es dramático; sólo el año pasado fueron 180 mil jóvenes que abandonaron las tierras guaraníes hacia USA, España y Argentina. El desastre social se basa en un sistema clientelista de cooptación del Estado y una tolerancia a la corrupción, que tiene su paradigma en la aceptación del contrabando y el rentismo fácil. La demanda hacia Brazil de que pague un mayor precio por las megacentrales hidroeléctricas parece sensata, pero no debe convertirse en un espejismo como varita mágica: el desafío estructural es modernizar el Estado, hacer reformas sociales e impulsar a los sectores exportadores con mayor diversificación.
El triunfo de Lugo, con una buena participación (65% del electorado), viene a sellar una transición de diez años que comenzó en 1989, cuando Strossner es derrocado por el General Rodríguez. Luego se produjeron aperturas sucesivas de espacios, como el triunfo del joven socialdemócrata Carlos Filizzola (hoy senador de País Solidario) en la alcaldía de Asunción, la administración de parte de los liberales de departamentos claves como el central (Paraguay acepta como todo occidente la elección de las autoridades regionales, sólo negada en Chile). Viene la regeneración lenta y conflictiva de las instituciones democráticas, con un gran retroceso en el asesinato del Vicepresidente Argaña a fines de los 90, hasta hoy impune (uno de los cuellos de botella es la falta de independencia del poder judicial). La oposición fue también errática y el Partido Colorado siguió en el poder en un caso inédito de sustitución de régimen político y permanencia en el poder del mismo partido que sostuvo el autoritarismo, en gran medida a la yuxtaposición de Estado y Partido, que se expresa en la militancia colorada de la casi totalidad de los funcionarios públicos.
El triunfo de Lugo se explica por el carisma del ex Obispo de San Pedro en un país donde se declara católico el 95% de sus habitantes. Lugo se politizó en su misión Pastoral en que vivió de cerca la pobreza y falta de tierras y redes de ayuda a la población rural. Aunque se le ha querido caricaturizar de "chavista", el ex obispo mantiene un discurso moderado, de esperanza para todos los paraguayos y anunció que no habría caza de brujas contra los colorados. Lugo sabe, además, que numerosos colorados disidentes le dieron respaldo, incluyendo a quienes perdieron en cuestionadas internas partidarias con la candidata Olevar. Además, necesita alianzas en el Congreso para hacer los cambios con gobernabilidad. El partido de centro emprendedor, Patria Querida, obtuvo un buen resultado parlamentario, y muchas voces nos dijeron que sería recomendable que Lugo los incorporara para tener un manejo eficaz de la economía y de la administración.
Las elecciones fueron limpias, hubo nutrida prensa opositora, diez listas al parlamento, y los hechos dudosos fueron aislados, como los casos de compra de cédulas en que se sorprendió a militantes colorados en una barriada pobre de Asunción. El Presidente Duarte reconoció el triunfo y prometió una transición adecuada del poder que se verificará en agosto.
En las calles hubo alegría sin euforia. El ánimo general es de moderada esperanza por la conciencia del arduo trabajo que les espera. Al Presidente del Senado, le reiteramos nuestra felicitación y le recordamos que hacer verdad y evitar la impunidad en el caso de Tito Palma, es una tarea de las nuevas autoridades para que en Paraguay prime la ley, como base de la consolidación democrática.
En el aeropuerto de Asunción se ven familias con lágrimas en los ojos despidiendo a sus hijos jóvenes que emigran. Lugo sabe que su misión profética es hacer real la esperanza que ganó este abril.
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*Esteban Valenzuela es periodista y diputado de Chile Primero