Por Manuel Riesco*
La actual administración de Codelco ha declarado que va a honrar el compromiso de su antecesora y procederá a enajenar el 49% del nuevo yacimiento Gaby. Ciertamente tienen razón los que se oponen a la privatización de esta filial. Como ha declarado el propio Juan Villarzú, el negocio hay que echarlo para atrás. Existe amplio consenso que es un desastre para Chile y peor aún para Codelco. Debe impedirse a toda costa.
Se originó en la política de exigir el traspaso al Estado del 100 por ciento de sus excedentes, lo cual la deja sin capacidad de inversión. Viene de tiempos de la dictadura y ha sido mantenida sin cambios. Su lógica es que Hacienda debe hacerse con todos los excedentes y luego decidir si reinvierte parte de ellos en la minera. Casi siempre los niegan, aduciendo que compiten con proyectos sociales de altísima rentabilidad. Ello no es más que un pretexto, puesto que los han venido devolviendo al sector privado por la vía del "superávit estructural." Así liquidan la "gallina de los huevos de oro".
Si el directorio de una empresa privada siguiera una política similar los accionistas los echarían a patadas, puesto que disminuye su valor y pone en riesgo su supervivencia. Esto lo saben quienes se han empecinado en aplicarla por décadas. No les importa, puesto que en su fuero íntimo son partidarios de privatizarla. Cuentan para ello con el aval de los grandes empresarios, que entienden asimismo la insensatez de tal política. La apoyan en este caso porque debilita y empuja la privatización de la "joya de la corona" ¡para quedarse con ella!
Gravísimas como son, la privatización de Gaby y la política de excedentes, resultan un pelo de la cola en el distorsionado cuadro general de la política minera chilena. Para los países que poseen recursos naturales, la estrategia consiste en maximizar y capturar íntegramente su renta. Para ello, el mecanismo más sencillo y eficaz es su nacionalización. Casi todos los países petroleros en la actualidad han nacionalizado sus yacimientos. Aquellos que los habían entregado en el curso de décadas pasadas los han recuperado en su mayor parte, como Rusia, Bolivia, Ecuador y Venezuela, por nombrar algunos.
Generalmente, permiten la operación de las tra nsnacionales en su territorio, pero bajo condiciones que aseguran al Estado la mayor parte de la renta. El país que tiene la mejor política minera es Noruega, que aplica un conjunto flexible de medidas que se adecuan constantemente a las condiciones del mercado y aseguran la captura de casi toda la renta. Al mismo tiempo, ofrece condiciones de ganancias razonables a las operadoras privadas y todas las transnacionales operan allí sin problemas. Casi todos concluyen que la instalación de una gran empresa pública es la mejor forma de internalizar la captura de la renta. Es por eso que Noruega adicionalmente reserva la parte del león para Statoil, la gran petrolera estatal. Al mismo tiempo ha permitido que ésta opere en el mercado mundial compitiendo mano a mano con las transnacionales. Políticas similares son aplicadas por China y Brasil, entre muchos otros, además de los mencionados.
Chile nacionalizó sus recursos minerales en 1971, política que aún consigna la constitución que nos rige. Sin embargo, ha venido siendo burlada a partir del resquicio de la "concesión plena" introducida en 1981 por José Piñera, el ministro de Pinochet, y reforzada luego sucesivamente por los gobiernos de la Concertación.
Estos últimos, aparte de no corregir nada significativo, son responsables del traspaso de pertenencias mineras de Codelco a Enami y su privatización posterior. El resultado es que actualmente más del 70 por ciento del cobre se encuentra en manos privadas, en su mayoría extranjeras, que en el curso de los tres últimos años han venido retirando renta por un monto anual equivalente a más de dos terceras partes del presupuesto del Estado de Chile. Es decir, un puñado de empresas que se pueden contar con los dedos de una mano, están retirando recursos que nos pertenecen a todos los chilenos, y que nos permitirían duplicar todo el gasto en previsión, educación, y salud.
Tanto o más grave es el hecho que les está posibilitando adquirir una posición de monopolio en el mercado del cobre, desplazando a Codelco. Actualmente, BHP Billliton, la mayor minera del mundo, la ha superado como la principal productora de cobre en Chile. A nivel mundial, BHP Billiton está actualmente intentando comprar Rio Tinto, que es la tercera mayor minera global, por la cual ha ofrecido 130.000 millones de dólares. La intención de BHP es formar una minera gigante que pasaría a dominar varios metales. Entre ellos el cobre, desde luego, pero asimismo el hierro, donde la suma de ambas empresas superaría al líder actual, la Brasileña Vale do Rio Doce.
La movida de BHP no ha dejado a nadie indiferente. La primera en reaccionar ha sido China, que ha adquirido un 12% de Río Tinto mediante una operación conjunta de la estatal China de aluminios y la estadounidense del mismo rubro, ALCOA. Durante las primeras semanas de abril 2008, se ha especulado que el gobierno chino habría adquirido un 6% de la propia BHP Billiton. Es una demostración de como mueven sus piezas las empresas y países que operan en estos mercados.
¿Que hace Chile entretanto? No solo ahoga a su única empresa relevante, sino que la obliga a entrar en tratos que amenazan con culminar en la venta de parte de ella a la China Minmetal. Más grave aún, está regalando la renta de sus minerales a su principal competidora - BHP Billiton -, de modo tal que le permite consolidar su dominio en el mercado del cobre. Adicionalmente, financia su dominio del mercado del hierro, amenazando a una de las principales empresas del Brasil, país aliado natural de Chile.
Esto conforma un cuadro gravísimo para los intereses nacionales. Es el asunto estratégico más urgente que debe resolver Chile en la actualidad. El sistema político de la transición se ha demostrado incapaz de afrontarlo, en realidad lo ha agravado. Ello demuestra la urgente necesidad de cambios políticos de fondo que permitan la instalación de un nuevo bloque en poder, capacitado para asumir los grandes desafíos del desarrollo nacional. En el resto de América Latina ya ha ocurrido en buena medida. La pregunta no es si va a suceder en Chile, sino cuando. Mejor más temprano, puesto que cada año nos significa el equivalente a todo el presupuesto social del Estado.
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*Manuel Riesco es director de Cenda.