Por Sebastián Ainzúa Auerbach*
Hoy se conmemora en el mundo el “Día de la Tierra” y es un momento propicio para poner en el debate las condiciones en las que se encuentra el planeta actualmente. Vivimos un periodo de severos daños sobre el medio ambiente que tienen como causas el excesivo crecimiento del consumo de recursos naturales y la desmedida expansión de la economía mundial. Estos fenómenos han existido siempre, pero hoy, gracias a la globalización, se ven profundizados por la mayor interacción entre las economías.
La globalización de la economía mundial se ha llevado a cabo aún cuando no existen compromisos concretos para con el respeto al medio ambiente, ni menos con la equidad social. Ella atenta contra del desarrollo sustentable haciendo cada vez más difícil concretar sus objetivos.
Basta con observar los dañinos efectos del exceso de producción y comercio sobre los ríos, lagos y sobre la tierra, la excesiva extracción de peses y el envió de desechos industriales a las aguas, la discriminada tala de los bosques y los incendios intencionales -con el fin de generar terrenos adecuados para la plantación de pinos y eucaliptus- la introducción de especies y los problemas que estos generan sobre la biodiversidad.
La pregunta clave aquí es ¿hasta cuándo vamos a poder seguir sobre explotando y degradando nuestros recursos naturales? y ¿qué va a pasar cuando esto ocurra? En efecto, si bien durante mucho tiempo la sobre explotación no ha tenido efectos dramáticos sobre la sociedad, lo cierto es que las tasas de utilización no pueden seguir creciendo en la misma dimensión que lo han hecho hasta ahora.
Las cifras lo confirman: la mitad de los humedales del mundo se destruyeron en el siglo pasado; la actividad forestal y la conversión han reducido los bosques mundiales a casi la mitad; cerca del 9% de las especies mundiales de árboles están en riesgo de extinción; la deforestación tropical excede los 130 mil kilómetros cuadrados por año; la flota pesquera es 40 por mayor a lo que los océanos pueden sostener. De hecho cerca del 70 por ciento del stock mundial de peces marinos está siendo sobre explotado o están siendo pescados en sus límites biológicos.
Evidentemente, todo lo que se ha dicho permite sostener que la economía ha perdido sus puntos cardinales y lo que constituye su razón de ser –la administración racional de los recursos escasos- está lejos de ser el resultado del ejercicio de reflexión adecuada respecto de cómo manejar los recursos.
Actualmente el sistema económico se ve a sí mismo como un sistema autosustentado, independiente del sistema físico, lo que implica una brutal incapacidad de la economía a circunscribirse a los límites de la realidad. Si el medio natural es un recurso altamente escaso y que limita las posibilidades de desarrollo futuro, entonces, éste debería ser el objeto de estudio central de la ciencia económica. Entonces, hoy más que nunca se hace urgente y necesario reorientar los rumbos de la economía.
Es por eso que surge la discusión sobre el desarrollo sustentable en la economía, para decir que ésta debe retomar su centro de gravedad y darle a los recursos naturales la dimensión real y objetiva que tienen, para así promover un cambio importante en el modo de utilizar los recursos naturales.
En otras palabras, la senda del desarrollo sustentable implica retomar la razón económica como guía en la búsqueda de la asignación óptima de los recursos y alcanzar mayores niveles de bienestar para la población. Esto significa que en el caso de los recursos renovables como los bosques, los peces o el agua, la tasa de utilización o cosecha no puede exceder a la tasa de regeneración natural de éstos y la tasa de generación de residuos y contaminantes no deben superar la capacidad de absorción del medio ambiente. Para aquellos recursos no renovables, como el cobre o el petróleo, la generación de residuos tampoco debe superar la capacidad natural de los ecosistemas, el agotamiento de los recursos no renovables en tanto, debe ir necesariamente acompañado de inversiones para el desarrollo y la creación de recursos renovables (por ejemplo, la reforestación) lo que permite a futuro sustituir al recurso en proceso de agotamiento.
Finalmente, en una época llena de incertidumbre como la actual, una condición mínima de prudencia es asegurar un cierto nivel de capital natural o incluso de incrementarlo para el futuro, ya que una hipótesis plausible sobre el futuro es la creciente escasez de recursos naturales para hacer funcionar las economías del mañana y, en consecuencia, no debería continuarse con la reducción de dicho capital.
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*Sebastián Ainzúa Auerbach es economista de la Fundación Terram