*Luis Casado
Primer ciclo de enseñanza básica de economía: “Ley de la oferta y la demanda”, que como su nombre lo indica es una Ley: “Regla o norma constante e invariable de las cosas que está determinada por sus propias cualidades o condiciones o por su relación con otras cosas”.
No te pongas serio: la economía otras cosas sí, pero “leyes”, “teoremas”, “paradojas”, “ciclos”, “anticiclos”, “recontraciclos” y otros chamullos de similar consistencia no es lo que le falta.
Que el precio de las mercancías está determinado por la “Ley de la oferta y la demanda” lo sabe un pibe de kindergarten, si no fuese el caso, me pregunto yo, ¿cómo pudiese el pibe vivir en la modernidad chilensis? Imposible.
El dinero, la pasta, la guita, es una mercancía. De ahí que su precio, o tasa de cambio, esté determinado por la “Ley de la oferta y la demanda”, esa que dice que si los precios suben aumenta la oferta, y que si los precios suben, baja la demanda. O viceversa, que en este caso la definición es un pelín palíndroma o capicúa.
Esta verdad, que elevada a la categoría de Ley ha sido el zócalo sobre el cual se ha edificado la globalización, la Unión Europea, el Consenso de Washington, la excelencia de la educación en Chile, el milagro de las AFP y la frecuentación de la gruta de Lourdes, es el basamento, cimiento o pedestal en el que se sustenta el “mercado”. Sácate el sombrero y saluda.
De ahí que resulte chocante, por decir lo menos, que la prensa europea titule con grandes caracteres la manifestación de una inquietud inquietante: “Los bancos centrales de los países más industrializados del mundo (G-10) se han mostrado hoy preocupados por “‘los movimientos excesivos en los tipos de cambio de las divisas’”. Así como lo lees.
Los bancos centrales, ya se sabe, no hay nada más serio. Si ellos están preocupados... saca la máscara de gas, lleva los niños al subterráneo y apaga la luz, ¡no te jode!, en una de esas nos bombardean. Tan serios como la denominación del grupo de los países más industrializados del mundo, el G-10, que en realidad... ¡son 11!
Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE) y portavoz del G-10, (que cuando era presidente del Banco de Francia anunció en vísperas del krach bursátil de 1987: “la Bolsa tiene un bello avenir delante de ella”), ha señalado que: "los movimientos excesivos, volátiles y desordenados en los mercados de divisas son indeseados para el crecimiento económico".
¡Excesivo, volátil y desordenado tú mismo!
Monsieur Trichet es un celoso defensor de la “independencia del BCE”, del libre mercado, de la globalización, y de la Ley de la oferta y la demanda, como los once presidentes de los once bancos centrales de los once países del mal llamado G-10.
¿Cómo pueden ladrar contra los resultados de las políticas que ellos mismos han contribuido a imponer a escala planetaria durante 30 años?
¿Cómo pueden lanzar estos exabruptos contra la “Ley de la oferta y la demanda”, la madre de todas las leyes económicas que dicen adorar?
No hay que olvidar que en la teoría y en la praxis de estos patriotas cualquier intervención o regulación de los mercados, por benigna que sea, es una perturbación portadora de desgracias.
Partidarios del “Laissez-faire” a tal extremo que uno de sus más caricaturales exponentes, Lawrence Lyndsey, Secretario del Tesoro de los EEUU en el primer gobierno de W. Bush, fue apodado por la prensa yanqui: “Larry haz lo que te salga de la punta del nabo Lyndsey”.
Por si fuese poco, Trichet nos cree más subnormalitos de lo que conviene porque “ha reiterado las declaraciones de las autoridades estadounidenses, que han destacado la importancia de un dólar fuerte para EEUU”.
Dólar fuerte... ¡Mon cul!
Ya hemos contado como Martin Feldstein, -presidente del National Bureau of Economic Research, y alguna vez considerado posible sucesor de Alain Greenspan en la FED-, anunció el 5 de mayo de 2006 que la única solución para evitar una fuerte recesión económica en los EEUU consistía en aumentar la tasa de ahorro interno, disminuir el consumo, y depreciar el dólar.
¿De cuánto? Feldstein respondió derechamente: “Los cálculos están en el orden de una depreciación del dólar entre el 30% y el 40%”. En esa época el dolar se cotizaba en 547 valerosos pesos, lo que quiere decir que según Martin Feldstein el dólar podía perfectamente caer hasta unos $ 328.
Ya ves que ni el mercado ni la “Ley de la oferta y la demanda” tienen mucho que ver con esto. Ni por supuesto el precio del cobre, lo que se resignó a reconocer hasta Andrés Velasco.
Pero el genio de Jean-Claude Trichet queda en evidencia cuando se refiere a la inflación: “Respecto a los riesgos para la estabilidad de los precios, el presidente del BCE ha afirmado que estos están relacionados con el aumento del precio del petróleo y de las materias primas”.
Un pequeño paso para “el hombre”, pero un paso gigantesco para la ciencia económica mundial: el presidente del Banco Central Europeo acaba de descubrir que la causa de la inflación es el aumento de los precios...
En Chile no somos menos. Hace un par de meses, refiriéndose a problemas similares, Camilo Escalona, presidente de la Comisión de Hacienda del Senado, mostró su propio ingenio al declarar: “Estamos todos preocupados de que pueda haber una combinación bastante negativa entre una alta inflación y menor crecimiento y por lo tanto se trata de contener la inflación y asegurar un nivel de crecimiento adecuado” (sic).
Si no sabías porqué estamos donde estamos... ahora lo sabes.
*Ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI, Paris, Francia), profesor del Institut National de Télécommunications (INT) y miembro del Comité Central del Partido Socialista de Chile.