Por Leonardo Aravena Arredondo*
China es uno de los mayores violadores de los Derechos Humanos en el mundo, al que sólo EE. UU. parece superar con su política “anti” terrorista que no trepida en invasiones, asesinatos indiscriminados de población civil, torturas, violación de fronteras y otras prácticas que efectúa reiterada y masivamente, en una pretendida “protección” de sus intereses.
Mucho se ha destacado esta política del garrote indiscriminado de la nación más poderosa de la tierra, pero no se ha dicho lo suficiente respecto de la situación en China, salvo el temor de algunos deportistas que se excluyen de participar en los Juegos Olímpicos, de octubre próximo, en razón de la contaminación ambiental que existe en Pekín.
Cuando en la ceremonia de alumbramiento de la “Llama Olímpica” en el estadio de la Antigua Olimpia, intervenía Lui Qi, presidente del Comité Organizador de los Juegos, fue interrumpido por un manifestante que llamó al boicot por la represión que tiene lugar en el Tibet por parte de policías chinos, con un saldo no determinado de muertos, censura absoluta de prensa y supresión de toda clase de derechos para manifestantes en favor de la libertad.
La llama fue encendida, comenzando un largo viaje por el mundo que culminará en agosto próximo con el encendido de la que dominará las competencias, declarando el presidente del Comité Olímpico Internacional su esperanza de que "el simbolismo de la antorcha sea reconocido en todo el mundo", añadiendo que “a lo largo de la ruta la gente estará en contacto con su fuerza y con los valores que representa".
Lamentablemente, esos valores, simbolizados también en la bandera de los cinco anillos, se mostrarán esta vez en un fondo rojo de sangre y negro de luto. Por los más de 12.000 ejecutados en China cada año, por los reprimidos y asesinados en el Tibet, por los encarcelados sin juicio, por los prisioneros de conciencia, por la libertad de información denegada, tanto en el acceso de los propios chinos a las fuentes como del resto del mundo, impedido de conocer objetivamente lo que sucede en ese país, en el que el “espíritu olímpico“, tan preciado y aplaudido, no se aprecia, oculto y cubierto por el horror.
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Así como se encendió la llama en el sitio arqueológico de Olimpia, cuna de los Juegos hace 2.800 años, seguramente los “Juegos Olímpicos 2008” tendrán lugar como está programado, en medio de protestas aisladas, más o menos masivas en el recorrido del fuego por el mundo, pero la humanidad habrá perdido la oportunidad única de exigir al gigante asiático respeto por la vida y por los derechos de todos, hombres y mujeres y el “olimpismo”, tan aplaudido con su mensaje de vida y sus postulados de corrección y caballerosidad, sufrirá un golpe mayúsculo al apoyar implícitamente las peores prácticas en contra de los Derechos Humanos.
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* Leonardo Aravena Arredondo es profesor de Derecho de la Universidad Central de Chile .