Por Flavia Liberona*
Las recientes noticias sobre la situación de la salmonicultura chilena dan una voz de alarma y anuncian un posible colapso de la industria. Algunos medios han dado a entender que esta crisis podría ser producto de acciones de ONGs nacionales e internacionales, que han lanzado una campaña de desprestigio de la industria.
Resulta llamativo que una industria que se ha convertido en los últimos años en el tercer exportador de Chile y el segundo productor se salmones a nivel mundial (después de Noruega) se muestre tan vulnerable.
Para entender la real situación resulta indispensable analizar a fondo lo que está pasando con esta supuestamente “exitosa” industria. La industria salmonera chilena se basa en el cultivo de diversas especies de salmónidos, ninguna de las cuales es nativa, lo que las hace más vulnerables que el mismo tipo de cultivo realizado en países como Noruega o Canadá, de donde son originarias.
El cultivo intensivo de salmónidos comienza a desarrollarse con fuerza en Chile en los 90. Según consigna el informe de Evaluación de Desempeño Ambiental de Chile elaborado por la OCDE para el período 1990-2004, la acuicultura tuvo un crecimiento de un 825%, y agrega que pese a este explosivo crecimiento, presenta problemas en el ámbito ambiental. Entre las recomendaciones que hace la OCDE para mejorar su desempeño ambiental está “mejorar la protección ambiental y sanitaria en la acuicultura (en relación a la eutrofización, fugas de salmón, equilibrio ecológico de los lagos, uso de antibióticos, vigilancia epidemiológica, erradicación de enfermedades infecciosas, entre otros), particularmente fortaleciendo la capacidad para hacer cumplir las normas y los reglamentos”.
Una serie de estudios e investigaciones publicados en los últimos meses permiten sostener que desde hace tiempo existía evidencia de que las cosas en la industria salmonera nacional no andaban bien y que era necesario y urgente hacer cambios sustantivos en las regulaciones nacionales; cuestión que, por lo demás, propone desde hace tiempo Fundación Terram junto a Oxfam Chile, a través de la Campaña Sin Miento Contra la Corriente.
Pero la industria optó por no mirar lo que estaba pasando, al igual que los servicios públicos encargados de implementar políticas públicas al respecto. Como consecuencia, hoy estamos ante una crisis de proporciones, de la cual es injusto e insostenible responsabilizar a las ONG’s.
Hoy, es urgente que el gobierno y los empresarios tomen medidas, que no pueden estar orientadas a culpabilizar a terceros por las malas prácticas ambientales y laborales de la industria. Es urgente que el Estado, a través de sus servicios públicos, mejore las regulaciones y vele por su adecuado cumplimiento. No sacamos nada con destinar recursos humanos y financieros -pagados por todos los chilenos y chilenas-, para que nuestras autoridades se dediquen a proteger a la industria y promover la venta de salmón chileno. Si el gobierno y la empresa no actúan ahora de forma correcta, una vez más seremos los chilenos y chilenas los que pagaremos los costos ambientales y sociales de las malas prácticas de esta industria, mientras los grandes capitales migrarán hacia otras fuentes de negocios.
*Flavia Liberona, Directora Ejecutiva de Fundación Terram