Por Benita Ferrero-Waldner* y Margot Wallström**
En el momento de escribir estas líneas, en la primavera de 2008, es difícil imaginar un mundo sin guerras. Cada día llegan a nuestros oídos noticias de nuevos conflictos, de escaladas de tensión y violencia. En cualquier situación de inseguridad, ya sea una guerra, amenazas para la salud o el cambio climático, las mujeres suelen verse afectadas de manera desproporcionada, debido a la posición, tradicionalmente más vulnerable, que ocupan en la sociedad.
El 80 % de los refugiados del mundo son mujeres y niños. La frecuencia de actos de violencia sexual y violaciones es mayor en las regiones en guerra y en los campos de refugiados. No podemos hablar del papel de la mujer en la resolución de conflictos sin ser conscientes de esta terrible realidad. Al mismo tiempo, debemos recordar que las mujeres también son agentes clave en el fomento de la paz y la estabilidad. No es posible mantener un diálogo eficaz sobre seguridad ni alcanzar realmente dicha seguridad sin la intervención de las mujeres. La participación de las mujeres es vital tanto en los aspectos tradicionales más graves de la seguridad —como los esfuerzos por evitar la guerra, el restablecimiento de la paz, la reconstrucción después de un conflicto y la lucha contra el terrorismo—, como a la hora de combatir amenazas menos acuciantes para la seguridad humana —como las epidemias mundiales, las secuelas psicológicas durante y después de un conflicto o la preocupación emergente por el cambio climático y la degradación medioambiental—.
El 6 de marzo, más de cincuenta mujeres líderes procedentes de todos los continentes se reunieron en Bruselas, invitadas por la Comisaria Ferrero-Waldner, para debatir en torno al tema «las mujeres aportan estabilidad a un mundo inseguro». Jefas de Estado, ministras y dirigentes de organizaciones internacionales, líderes de empresa y activistas de la sociedad civil debatieron acerca de la seguridad y la capacitación de la mujer, dos temas que van de la mano. Esta conferencia internacional, destinada a mujeres líderes del ámbito político, se basa en iniciativas recientes, como el encuentro organizado en Nueva York el pasado mes de septiembre por Condoleezza Rice, Secretaria de Estado de los Estados Unidos, o la Cumbre Internacional de Mujeres Líderes para la Seguridad Mundial, celebrada el pasado mes de noviembre por el Consejo de Mujeres Líderes del Mundo, en cuyo seno, la Vicepresidenta de la Comisión, Margot Wallström, preside la Iniciativa Ministerial.
Creemos que la clave para lograr un mundo estable reside en el desarrollo sostenible. Se trata de estabilizar un mundo inseguro y encontrar la combinación adecuada entre crecimiento económico y progreso social, al tiempo que cuidamos del planeta.
Sin educación, no es posible tener estabilidad social. Sin embargo, en la actualidad, cerca de cien millones de niños no reciben ningún tipo de educación —de ellos, más de setenta millones son niñas—. Esto tiene que cambiar.
Otro importante instrumento para estabilizar el mundo es la Resolución 1325 de las Naciones Unidas, relativa al papel de las mujeres en el establecimiento de la paz y la seguridad, en la que se vincula la igualdad entre hombres y mujeres con la seguridad mundial y se reconoce la importancia de las opiniones femeninas para establecer una paz duradera. Esta Resolución marca un hito en el camino hacia unos procesos de paz y unas políticas en materia de seguridad más sensibles por lo que se refiere a las cuestiones de género. Si bien la puesta en práctica de la Resolución es un proceso político a largo plazo, requiere que se le preste más atención en toda la UE, así como en los diversos Estados miembros, sobre todo por parte de los responsables de la toma de decisiones en los ámbitos políticos de exteriores, defensa, seguridad y desarrollo. Pese a que, desde que en el año 2000 se adoptara la Resolución, ha aumentado la concienciación sobre la importancia de incluir a las mujeres en los procesos de paz y reconstrucción, la aplicación de su mandato sigue siendo esporádica y ad hoc.
Las mujeres marcan la diferencia, en parte porque adoptan un enfoque más inclusivo en relación con la seguridad y abordan cuestiones sociales y económicas clave que, de otro modo, serían ignoradas. Las mujeres pueden lograr que los acuerdos de paz y los esfuerzos posteriores al conflicto sean más viables, efectivos y prácticos mediante la participación en una amplia variedad de acciones, como la intervención en las negociaciones de paz; la rehabilitación de los niños vinculados a grupos armados; la invitación a las personas para que dejen de lado los temas del conflicto y traten los problemas comunes, como el acceso al agua limpia; y la recomendación de prioridades presupuestarias que hagan hincapié en los servicios sociales por encima de los gastos militares.
Las mujeres también tienen mucho que ofrecer en cuanto a la planificación y ejecución de programas de recogida de armas, desmovilización y reintegración. Las organizaciones de mujeres son muy activas a nivel comunitario en iniciativas de desarme y de reintegración. Tanto si se trata de convencer a los que luchan de que abandonen las armas, como de la recogida de esas armas o de proporcionar ayuda psicosocial a los ex combatientes, los grupos de mujeres de la sociedad civil como ProPaz en Mozambique o Dushirehamwe en Burundi están tratando de hacer frente a la proliferación de pequeñas armas y al impacto y las necesidades de los ex combatientes.
Sin embargo, pese al consenso general para proteger y capacitar a las mujeres, estas siguen estando marginadas a la hora de tomar decisiones, así como en las operaciones de establecimiento y mantenimiento de la paz. La escasa representación femenina en política persiste en todo el mundo, incluso en Europa. Solo el 6 % de los ministros del mundo entero y el 10 % de los parlamentarios son mujeres, y todos sabemos que el famoso «techo de cristal» sigue estando ahí, tanto en el ámbito político como en el económico.
Impedir a las mujeres que participen plenamente en las instancias de toma de decisiones supone una importante barrera para el logro de los objetivos de la Resolución 1325. Hay, además, un problema muy extendido, que consiste en considerar a las mujeres simplemente como víctimas y no reconocer su potencial como participantes activas en el proceso de construcción de un mundo más estable y seguro.
*Comisaria de la UE responsable de Relaciones Exteriores y Política Europea de Vecindad.
**Vicepresidenta de la UE y encargada de Relaciones Institucionales y Estrategia de Comunicación.