Por Pedro Cayuqueo*
La noticia ha golpeado el alma del país. Es lo
que han señalado a coro todos los medios de
comunicación, escritos, radiales, electrónicos y televisivos, que han elevado al general de Carabineros José Bernales, fallecido en un trágico accidente aéreo en Panamá, a la categoría
de héroe nacional. La propia Presidenta de la República Michelle Bachelet, interrumpiendo su gira por la Cuarta Región, sostuvo con la voz entrecortada estar desolada y triste con la noticia. "Siento un gran dolor desde el punto de vista de la pérdida de un gran hombre, de un gran general director de Carabineros, de un tremendo liderazgo", señaló la primer mandataria en la
loza del aeropuerto de La Serena, al borde de las lágrimas y buscando interpretar el sentir de toda una nación en duelo.
¿Mera propaganda para legitimar un estado policial? ¿Estrategia de La Moneda para desviar la atención pública de la contingencia? Todas las anteriores, pero mucho más. Basta un intercambio
de palabras con el vecino o el almacenero de la esquina para comprobar que la muerte de Bernales a golpeado en verdad a muchos. Y fuerte. Se trataba en los hechos de un general "respetado",
proveniente "del pueblo", que hablaba como "el pueblo" y que conducía la institución policial como al pueblo chileno le gustan de cierto modo sus líderes: carismáticos, de mano firme, hablar
golpeado y hasta cierto punto autoritarios y arrogantes. Figuras paternales amadas por la ciudadanía de este país provinciano y que han existido en toda la historia de Chile, desde
Portales a Pinochet, desde Alessandri Palma a Ricardo Lagos. Ellos fueron políticos. Bernales, un sheriff de tomo y lomo.
Además de la aceitada maquinaria propagandística del gobierno, la muerte del general Bernales ha dejado también en evidencia el carácter fascista del alma de Chile. Sino ¿cómo entender que sin
mayor cuestionamiento ciudadano, se eleve hoy al panteón de los héroes a un jefe policial involucrado en graves violaciones a los derechos humanos tras su paso por Wallmapu? La lista es larga y ha sido documentada por diversos organismos internacionales de restigio: Violentos allanamientos a comunidades; detenciones arbitrarias de dirigentes y comuneros; torturas y apaleos en zonas rurales y cuarteles policiales; amedrentamiento contra
mujeres, ancianos y niños; ello sin olvidar el asesinato impune de dos jóvenes mapuches, ejecutados a sangre fría por el gatillo fácil y la permisividad de los altos mandos. Bernales, el principal de ellos.
"Chile ha perdido a un gran General Director, es momento de tristeza, pero también es momento de seguir con el legado que él dejó: una institución con la mayor credibilidad ciudadana de la
historia y con un mando impecable", declaró el subsecretario del Interior, Felipe Harboe, visiblemente emocionado. No miente Harboe y lo sabe. Carabineros de Chile goza de un prestigio ciudadano que envidian sus pares de Brasil, México y porque no decir, Panamá. Extraño fenómeno. En esos países la policía también reprime a menudo y sin contemplación. En las favelas de Rio, el gatillo fácil es un deporte casi tan popular como el fútbol. ¿Cuál es la
diferencia? Que allí la policía además roba y extorsiona. En Chile, en cambio, matan, golpean, reprimen y torturan, pero no son corruptos. ¡No señor! ¡eso si que no!... bendito consuelo.
Una sociedad que es capaz de hacer vista gorda frente a una policía militarizada caracterizada por disparar primero y preguntar después, no puede estar en su sano juicio. Una sociedad que transforma en éxitos televisivos docu-realitys policiales donde se persigue, denigra, golpea y estigmatiza a los sectores más postergados, no puede pretender ser llamada democrática. Sospecho que una sociedad de este tipo, que rinde honores
a un general que se vanagloriaba en Wallmapu de "salir a cazar delincuentes", difícilmente podrá aceptar de buenas a primeras la legitimidad de nuestro reclamo histórico. Mucho menos podrá
demandar a las autoridades privilegiar el diálogo político y no la lógica de los calabozos, esta última carta de presentación del fallecido general a su arribo como Jefe Policial en Temuko.
Todo ello fiel reflejo de lo mucho que nos queda por hacer.
Bernales ha muerto, se libró de la justicia terrenal y si responderá o no por sus actos en una hipotética otra vida, cuestión de creyentes.
Nadie puede, sin embargo, celebrar su trágico final. Dicha actitud, además de reprochable, atenta contra los valores básicos de cualquier sociedad que se diga respetuosa de los derechos
humanos. ¿O no es eso precisamente lo que exigimos tan a menudo, que se respete en Wallmapu el valor de la vida humana, el principal y más básico de los derechos que nos asisten? Y es que
no podemos confundir las ansias de justicia con el revanchismo o la venganza. No si decimos luchar por una sociedad distinta, mejor, más "mapuche" para nuestros hijos e hijas. Poco y
nada que agregar. Solo desear a los familiares del general toda la paz y el consuelo que, llegado el día, quisiéramos para con los nuestros.
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*Pedro Cayuqueo es periodista, director de Azkintuwe.