25 de junio de 2008

La LGE y el tejo quedao

Por Luis Casado*


Una conocida y muy usual técnica de negociación consiste en pedir más de lo que se quiere obtener, para luego, cediendo en modo razonable, llegar al resultado deseado. En la copia feliz del edén ese truco se conoce como “el tejo pasao”, expresión que tal vez nos viene de la práctica del juego de la rayuela.

Nadie le ha reconocido hasta ahora a la Concertación el desarrollo de una técnica simétricamente opuesta que consiste en proponer infinitamente menos de lo necesario y aconsejable con el único fin de mantener el statu quo y perennizar el régimen que heredaron de la dictadura: la técnica del tejo quedao.

Gracias al tejo quedao, Chile es el único país del mundo que sale de una dictadura manteniendo en vigor lo esencial de ella, partiendo por la propia Constitución. Y no sólo la ley fundamental sino también el régimen político, el ordenamiento institucional, el modelo económico, la distribución del ingreso, la entrega de los servicios públicos a la voracidad del mercado y la mala costumbre del pillaje del patrimonio del Estado.

Aylwin ya había anunciado el color cuando habló de “justicia en la medida de lo posible”, y exigió y obtuvo silencio para desnacionalizar el cobre. Ricardo Lagos le puso broche de oro cuando, -sacando cuentas miserables-, le ofreció a las víctimas de la dictadura una reparación “simbólica”.

A lo largo del período que va de la alegría que hubiese debido venir hasta el Chile que debíamos ser todos pero son unos más que otros, esta técnica del tejo quedao ha servicio para un barrido y para un fregado.

Lo que nunca te explicaron fue el sustrato ideológico que sustenta el fraude: pasa que algunas teorías económicas tratan al hombre como un factor de producción, una mercancía, un recurso que conviene administrar al más bajo coste.

En esta teoría que te cuento, el hombre representa un coste excesivo que impide constituir un ahorro suficiente para financiar la inversión productiva. La educación, la salud, la vivienda, forman parte de esos costes que conviene limitar y acaso eliminar, reduciendo la participación del Estado en su producción y distribución, lo que de paso permite jibarizar el Estado mismo, abriéndole más espacio al mercado.

Como ves el ser humano no es en ningún caso la finalidad del proceso productivo, el beneficiario del desarrollo entendido como un proceso de largo plazo, de carácter esencialmente cualititativo en sus modalidades y en sus resultados.

Por eso te meten en la cabeza la noción de “crecimiento” que designa un fenómeno cuantitativo, un indicador estadístico de producción de bienes y servicios, expresado frecuentemente como un porcentaje del PIB.

Y olvidan que el desarrollo es la transcripción económica y social de la idea de progreso humano, un proceso de transformación de las técnicas y de las estructuras económicas, políticas y sociales que debe traer consigo el mejoramiento de la calidad de vida del ser humano y su capacidad a ejercer sus libertades de ciudadano.

El desarrollo es un fin en sí mismo, el “crecimiento” no es sino un instrumento que debiese estar subordinado al desarrollo.

Visto así, la LOCE y la LGE no son sino la traducción jurídica de una concepción del ser humano considerado como un factor de producción, una carga, un coste, una mercancía.

Esa concepción hizo que los economistas de la dictadura hayan juzgado oportuno generar un mercado jugoso y rentable, el mercado de la educación en el que cada “factor de producción” tiene que costear su propia capacitación y perfeccionamiento.

En este esquema, el joven que se endeuda para estudiar no hace sino invertir en su futuro, calculando la rentabilidad de su inversión con fórmulas aritméticas utilizadas para calcular cualquier tipo de inversión. El valor actualizado neto (VAN), ¿te dice algo? Pendejadas de experto contable, mariconadas de economista, ardides de financista usurero. Que transformadas en teorías económicas dan la LOCE y la LGE.

Luego viene el mismísimo ministro secretario general de gobierno y elucubra a propósito del “giro único” que debe garantizar la “calidad de la educación”, sin olvidar una sentida estrofa sobre el legítimo beneficio que produce una actividad honorable.

Y declara en el Parlamento que gracias a la LGE “ya no se podrá ser director de escuela y propietario de un motel al mismo tiempo” (sic).

Este es el nivel de reflexión en plan tejo quedao que nos proponen quienes manejan la manija. “Giro único”, compartimentación de las inversiones, si pongo dinero en una fábrica de condones no debiese comprar acciones en una maternidad privada.

Uno no ve donde está la incompatibilidad cuando de lo que se trata es de afichar números azules en el balance de fin de año y aportar al “crecimiento”. ¿Acaso para el Sr. ministro secretario general de gobierno el dinero tiene olor?

¡Empresarios del mundo uníos!

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Luis Casado es ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI, Paris, Francia), profesor del Institut National de Télécommunications (INT) y miembro del Comité Central del Partido Socialista de Chile.