Por Waldo López*
El sentido común nos dice que cuando algo crece irremediablemente es porque no hay como evitarlo. Se cuenta con que sea así y no preocupa mayormente que sea así. Por el contrario, si llegara a preocupar, es por porque flaquean las acciones destinadas a captar sus eventuales beneficios, o aquellas otras, que se destinan a aminorar o evitar sus efectos perniciosos.
Frente al crecimiento de Santiago y por causa de la inquietud suscitada con el anuncio que se va a ampliar su límite urbano, los terratenientes favorecidos con las plusvalías que esperan ganar, ven flaquear sus esfuerzos activados y en marcha para lograrlas; el Minvu ve flaquear su intervención destinada a evitar los efectos de una urbanización no planificada en la periferia del lado pobre de Santiago; y la opinión pública, salpicada por un agenda noticiosa hasta hace poco desconocida, que centra su cometido en las faltas a la probidad, a la idoneidad, a la transparencia, a la ética, y a la responsabilidad social, siente que le flaquea la confianza, tal vez en prevención a que esta inquietud se convierta en un arbitrario nuevo problema político. Hay entonces una preocupación a tres bandas
En la banda de quienes somos espectadores y no actores involucrados con intereses directos, pecuniarios o profesionales, un conocido arquitecto premio nacional, empresario, docente, e idealista, puntea el tema así: ¿Por qué en vez de una mera ampliación del límite urbano no se ha propuesto un nuevo, moderno, armónico, y funcional rediseño urbano para todo Santiago metropolitano como tal? Con acento en una mejor vialidad estructurante, expresa y troncal; con visión de futuro, sustentabilidad y sentido práctico, donde se aviste con nítida claridad la identificación flexible de zonas de reconversión; sub-centros de comercio y servicios; espacios abiertos; áreas verdes, aperturas de avenidas, e incentivos constructivos para conformar barrios satélites renovados y funcionalmente integrados entre sí. Donde por fin haya perspectivas reales de avanzar hacia la erradicación de la desventura urbana de ricos y pobres.
Vale decir, ¿por qué mejor el gobierno no ha optado por anunciar el inicio de una tarea sectorial realmente trascendente como la anterior, donde por cierto que el Minvu puede contribuir con sus artes administrativas especializadas a procurar la integración social; aumentar los acervos de espacio público habilitado; optimizar la red vial interior; aminorar los malos efectos de la contaminación ambiental, y desde ya, con iniciativas como estas, pero para toda la ciudad, objetiva y racionalmente bien fundadas, puede contribuir a que el mercado inmobiliario obtenga señales claras de bien común iguales para todos, hacia donde orientar sus recursos? Varios de cuyos agentes empresariales idóneos, por ejemplo, están preparados desde ya para desarrollar proyectos modelo de “renovación urbana”, destinados a contrarrestar la segregación social. Iguales como aquellos que tipifican los programas exitosos de integración social de otras latitudes.
Dentro del amplio espectro de contingencias a que hace referencia algo así, versus la limitada acción por la que ha optado el Minvu con el asunto del límite urbano santiaguino, no deja de llamar la atención la ninguna suspicacia hecha pública hasta ahora, que aborde despejar cuál es su interés aún no confesado con tal anuncio. Primero, sabiendo que todo cambio del límite urbano y aunque sea un ápice del mismo, depende de lo que al respecto dispone la Ley General de Urbanismo y Construcciones (LGUC). Segundo y en los hechos, sabiendo que desde Enero pasado esta ley se halla en trámite parlamentario en el Senado para cambiarla, justamente en su Capítulo II sobre planificación urbana. Y lo que es más, y tercero, sabiendo que en el Mensaje de esta iniciativa, anuncia que “después” va a proponer que se le integre otros dos tópicos urbanísticos nuevos, mediante un segundo proyecto de ley sobre “integración social”, y mediante otro y tercero, sobre el “transporte”.
Como parece absolutamente inimaginable, por ser poco serio, que haya elaborado su propuesta de cambio del límite urbano con arreglo a su “actual” idea sobre como va a quedar la LGUC modificada, “después”, conforme a dichos tres proyectos de ley, y como necesita de su respaldo para poder aplicar este cambio en derecho, una primera deducción que surge de esta reflexión es que de momento, y por cierto, no puede exigir “vivienda social” por doquier, a cargo de los privados que invierten en este mercado. Temor que ya se ha dejado sentir.
Consecuentes con la legalidad del asunto, lo propio es que haya construido esta propuesta con arreglo a la LGUC vigente, lo cual, automáticamente, lleva a situar a los terratenientes favorecidos en una mejor posición que hacerlos esperar hasta que se apruebe una nueva versión de esta misma ley. Lo cual no es algo que sea inconfesable. Por otra parte, según los hechos a la vista y a las explicaciones dadas, resulta categórico que está por posicionar el tema del crecimiento urbano de Santiago metropolitano en la agenda pública. Ha empezando, en días pasados, con un muy bien elaborado discurso ministerial, notable por los buenos eufemismos de que vale, y muy probablemente lo ha hecho convencido que en tiempos electorale sus puntos de vista son los buenos. Lo cual es muy factible que efectivamente y al final, resulte ser así. Y que se vote así.
Como base argumental de este posicionamiento, dado a conocer con publicidad al Intendente y al Consejo Regional, y a la opinión pública en general, se ha nos ha explicado que esta ampliación del límite urbano va a permitir subsanar los problemas metropolitanos que más preocupan, mencionando como tales a la segregación social; a la infraestructura vial y de espacios abiertos que faltan, y a la contaminación ambiental, que por estos meses agobia a todos los santiaguinos por igual, año tras año.
Aparte de lo falaz que en efecto nos parezca semejante discurso, entre otras razones, por su inclusividad a otra escala que la del territorio involucrado por el cambio del límite urbano anunciado; o de las dudas que levanta la intención de ampliar solamente algunas superficies del sur poniente de la metrópolis; también llama la atención, y mucho, que al informar sobre las casi 10.000 hectáreas de nuevo suelo urbano que ahora se nos dice que se necesitan, se haya preferido dejar en el tintero el recordar aquellas que corresponden a Los Cerrillos. Esto es, el hecho esencial que se omita contabilizar las hectáreas del ex-aeropuerto y de sus conos de protección. ¿Por qué?
Si a esta omisión se le agrega la cantidad de hectáreas que se le ha incorporado a Santiago metropolitano desde 1997 hasta hace unos pocos meses atrás, mediante la anexión de la Provincia de Chacabuco y la ampliación de límite urbano de Colina, y además de esto, se contabilizan aquellas que en el 2003 se dedicaron a los proyectos de desarrollo urbano condicionado; se obtiene una significativa cantidad nuevo suelo urbano, que fue obtenida muy recientemente, con el que ya cuenta Santiago,… y sobre el cual no se nos está diciendo nada. Solo se nos dice que aún falta más. ¿Acaso es que todo este otro stock, que es inmenso, ya se encuentra agotado? Y que esta falta de previsión sea lo que no se está confesando ¿Por qué el Minvu excluye a Los Cerrillos? ¿Por qué no sincera el total de todas estas otras hectáreas adicionales a esas 10.000, en que hace descansar sus actuales intenciones?
El sentido común cuenta con que Santiago metropolitano crece día a día, pero no sabe, no tiene como aclarar las interrogantes anteriores, planteadas desde el comienzo. Las repuestas que faltan son motivo adicional para dudar que la propuesta del Minvu en orden a cambiarle su límite urbano, en la periferia elegida, sea lo que convenga materializar. Más todavía, cuando hay terratenientes de estos mismos alrededores, que han invertido en estudios, ideas y asesorías, que han quedado fuera, y que se consideran arbitrariamente excluidos. O prestigiados profesionales del urbanismo, la economía, el medioambiente y el derecho, que esgrimen razones válidas para que el tema de la expansión urbana sea bien resuelto. No con una visión inmediatista y local, orientada a determinados proyectos preconcebidos, como pareciera ser este el caso, o como se presta para que sea subentendido que lo es.
“Santiago: un límite urbano en dudas”, quiérase o no, es un tema positivo; y como tal, es un producto directo de la excelente idea ministerial de abrir el tema a la opinión de los interesados. Ya existe cantidad de aportes en los medios, y esto es lo positivo. Es un tema para preocuparse. Para tener opinión y votar.
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*Waldo López es miembro de la Fundación Defendamos la Ciudad