7 de julio de 2008

La inmigración en Chile: actuemos a tiempo

Por Ivonne David



Recientemente en un restaurante de la capital se trenzaron a golpes un grupo de adolescentes chilenos con algunos jóvenes coreanos, por alusiones impropias pero, probablemente, sin mayor intención xenófoba, de unos a otros. (Alguien se refirió a una de las niñas como “chinita”). Este hecho demuestra ignorancia por ambos lados, ya que este apelativo es habitual y no peyorativo para referirse en Chile a jóvenes asiáticas, y por otra se desconoce la irritación que puede producir en éstas ser confundidas de nacionalidad.

Puede ser algo anecdótico. Pero revela una nueva realidad en Chile, que la opinión pública todavía mira con cierta indiferencia. Es un cambio cultural y social que se da en el país desde hace algunos años, con la llegada de inmigrantes procedentes de países vecinos e incluso de tierras lejanas. La globalización de la cual tanto se habla, no sólo implica un crecimiento de los intercambios comerciales y tecnológicos, sino que está produciendo en todo el mundo una inmigración desde regiones en conflicto o de menor desarrollo, hacia países que, como Chile, gozan de estabilidad económica, social y política.

Con excepción de algunos centros de estudio y oenegés que se preocupan del tema, que están realizando investigaciones respecto al perfil migratorio hacia Chile, no se conocen aún trabajos en profundidad, oficiales o privados, que nos indiquen claramente que es lo que sucede realmente en materia de inmigración en nuestro país más allá de las estadísticas. Conocer la realidad socio-económica, laboral, de inserción cultural, relacionamiento con la comunidad local, etc. son elementos fundamentales para estructurar una política migratoria que se anticipe a los problemas que este fenómeno está produciendo en Europa y otras partes.

No basta con regular el ingreso y solicitar medios de vida para tres meses, tampoco basta una amnistía por una vez que regularice a un número de personas ilegales. Estas acciones no impedirán que sigan entrando inmigrantes, incluso en mayor número que antes.

¿Qué se está haciendo en materia de integración de los inmigrantes? ¿En educación multicultural en los colegios? Para algunos puede parecer exagerado, porque al parecer en Chile no hay tantos extranjeros. Pero no hay que esperar a que el número se desborde, y tampoco que se comiencen a percibir como una amenaza a la identidad nacional.

La realidad demuestra que la ignorancia y el desconocimiento de ambas partes es el acicate para que surjan las peores actitudes de racismo y xenofobia, si no se atienden a tiempo. Tampoco se debe olvidar a los que ya están acá, que tratan de sobrevivir en difíciles condiciones, muchos de ellos con niños pequeños que deben asistir al colegio y son discriminados por ser “diferentes”.

No es un misterio que ya existe en Santiago un gettho en la zona de Independencia y Recoleta, donde viven gran cantidad de peruanos en lastimosas condiciones de hacinamiento, lo que ha dado lugar a graves hechos como el reciente incendio provocado por el recalentamiento de los circuitos eléctricos, al parecer de una conexión ilegal.

Estos hechos nos demuestran que es necesario encarar la inmigración en forma integral, como debe ser. La mayoría de los extranjeros que vienen a Chile trabajan en la construcción, agricultura o el servicio doméstico, que como todos sabemos son puestos de trabajo desechados cada vez más por los trabajadores locales. Por lo tanto es una fuerza laboral que presta utilidad hoy y lo hará cada vez más en el futuro.

Unas condiciones de vida digna, con derecho a salud, educación, vivienda y programas de integración social, son la forma en que nuestro país puede asegurar que el problema del racismo y la xenofobia, ya de alguna manera subyacente, no adquiera proporciones alarmantes. Y que la inmigración, debidamente regulada, con base en los derechos humanos y los compromisos internacionales de Chile, sea un beneficio para el país y para quienes llegan a vivir y aportar su esfuerzo a nuestra tierra como una tierra de oportunidades.

3 de julio de 2008

Turistas e inmigrantes

Por Álvaro Cuadra*



La Comunidad Europea acaba de anunciar un endurecimiento de sus políticas contra la inmigración. Los países ricos enarbolan las banderas del libre comercio y la globalización de los mercados. En cada foro internacional presionan a los países pobres para que tomen medidas que favorezcan sus intereses inmediatos. Sin embargo, al mismo tiempo endurecen sus políticas migratorias para evitar que los pobres de la tierra se instalen en sus ciudades.

Los pobres e indocumentados, sean negros del África, “sudacas”, “moros” o “asiáticos” resultan aborrecibles no tanto por su color o sus costumbres, como por su precariedad económica. Las sociedades ricas aborrecen de los extranjeros pobres que vienen a disputar empleos a muchos de sus propios marginales. Las sociedades más prósperas, mimadas en el consumismo suntuario, reniegan de su fundamento democrático para salvaguardar un modo de vida.

Intoxicadas de narcisismo por la cultura mediático publicitaria, las sociedades “desarrolladas” han desplazado todo reclamo humanista universalista por una delirante xenofobia cuya coartada es el nacionalismo y el racismo: antesala de la degradación y la barbarie.

La hiperindustria de la cultura en Europa y los Estados Unidos ha engendrado una visión cínica del mundo, plagada de estereotipos vulgares para una masa plebeya. A través de una retahíla de lugares comunes se estructura una visión patológica del mundo, cuyos vértices son el odio, la violencia y el nihilismo agresivo frente a la presunta amenaza. Eso tiene un nombre y se llama fascismo.

Millones de africanos y árabes en Francia, turcos en Alemania, mexicanos y latinos en Estados Unidos, “sudacas” en España o peruanos en Chile, deben sufrir a diario la discriminación de una sociedad que se siente “superior” a las miserias de sus inmigrantes. Las masas plebeyas e ignorantes son presa fácil del discurso xenofóbico, en especial cierto segmento juvenil.

La globalización concebida como libre flujo de capitales y mercancía, nos muestra su rostro antidemocrático cuando se trata de seres humanos pobres. Nadie quiere que los esclavos miserables y malolientes se instalen en su antejardín. La globalización promueve las imágenes de los emprendedores y “winners”, en las antípodas de las víctimas o “losers”: homosexuales, indígenas, negros, enfermos y pobres.

Es cierto, ya no vemos las velas inflamadas de los barcos europeos que cruzaban el Atlántico desde la costa africana, trayendo el preciado “marfil negro”, cargamento de esclavos hasta La Habana o Cartagena de Indias. Las cadenas y los grilletes han sido reemplazados hoy por el analfabetismo, las enfermedades y la pobreza perpetua. Generaciones desesperadas cuyo único horizonte es peregrinar hacia la metrópoli, desafiando la muerte, por una vida diferente.

Los países pobres del sur son tenidos como exóticos y lejanos parajes de turismo, donde la agreste naturaleza aún permanece impoluta; acaso como paraísos sexuales para la pedofilia o como paraísos fiscales para los negocios turbios. Los pueblos del sur constituyen la frontera, el “far west” donde todavía se consiguen materias primas a bajo coste sin restricciones medioambientales.

En la hora actual coexisten dos mundos inconmensurables, distintos y distantes. Cada vez que un grupo de africanos a la deriva se aproxima a las turísticas playas europeas, se rozan dos mundos que el capital ha separado: los seres globalizados que retozan en edénicos parajes “all inclusive” y aquellos marginados muertos de hambre y de olvido.

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*Álvaro Cuadra, Plataforma de Opinión de Universidad ARCIS.

Primarias abiertas para la DC

Por Marcelo Trivelli*

La Democracia Cristiana desarrollará este fin de semana su Junta Nacional. Es la primera junta después de una profunda división interna donde un senador y ex presidente del partido fue expulsado y, como consecuencia, renunciaron cinco diputados además de dirigentes intermedios y militantes.

No nos engañemos. Esta Junta tiene el desafío de enfrentar una profunda crisis de confianza, una sostenida pérdida de representación parlamentaria y con un pacto político, la Concertación, agotado y quebrado. Estamos en un escenario nacional donde 9 de cada 10 chilenos desconfían de los partidos políticos y más del 50 por ciento no se identifica con ningún conglomerado.

La Democracia Cristiana está en un punto crítico. Tomaremos una decisión que marcará nuestro futuro: seguiremos camino hacia la extinción votando por más de lo mismo o nos atrevemos a votar por más democracia. Sólo con el coraje de ceder nuestros propios privilegios, saldremos fortalecidos para construir, junto a la gente, un nuevo proyecto político para Chile.

El próximo fin de semana, los democratacristianos enfrentaremos al pasado versus el futuro, al sectarismo versus la unidad, la continuidad versus el cambio y, por sobre todo, a la búsqueda del poder por el poder, versus la democracia participativa.

Ha llegado el momento de decirles a nuestros dirigentes que tomen conciencia de ello y que es hora de que vuelvan a hacer política de cara a la ciudadanía.

Soy un convencido, que la Democracia Cristiana necesita abrir muchos espacios de participación, debe oxigenar la política y dar un ejemplo de democracia a todo Chile. La Junta DC debe definir el mecanismo para elegir a su candidato presidencial. Si decidimos primarias abiertas con múltiples candidatos y debates regionales, demostraremos que la democracia debe existir siempre y no sólo cuando nos conviene. De esta manera, la elección será libre, secreta e informada donde todos los chilenos y chilenas (no militantes de otros partidos) podrán tener la oportunidad de participar en una elección primaria que es trascendente para el futuro de nuestro país.

La ciudadanía volverá a confiar en la DC cuando el partido vuelva a confiar en la gente. Tenemos la obligación ética de tomar una decisión audaz que asegure más democracia y participación. Cualquier decisión que no sea primarias abiertas con debates regionales, condenará a la DC a la extinción.

Hago un llamado a tener confianza en la ciudadanía. Les pido a mis camaradas que confíen en ustedes mismos y les pido que confíen en el sueño de que se puede construir entre todos un país mejor.

Los grandes cambios los alcanzaremos cuando actuemos de acuerdo a nuestros valores, principios y sueños. Cuando, fieles a nuestros fundadores, seamos capaces de adherir a un proyecto inspirado en la verdad, en el esfuerzo, en el merito, la transparencia y la participación. Solo así podremos invitar a todos nuestros compatriotas a ser parte de un proyecto para que Chile progrese con valores.

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*Marcelo Trivelli es precandidato presidencial y ex jefe de campaña de Soledad Alvear.

2 de julio de 2008

Ministra, la responsabilidad no se delega

Por Paola Vasconi*

Por estos días Santiago ha vivido una de las peores semanas en términos de contaminación atmosférica. De hecho, entre el domingo 22 y el jueves 30 de junio, la capital constató 5 episodios críticos consecutivos de contaminación: tres alertas y dos preemergencias poniendo en grave riesgo la salud de la población, especialmente la de sus niños y adultos mayores.

Ante los hechos, la respuesta de las autoridades ambientales, específicamente de la Ministra de Medio Ambiente ha sido: “desde el punto de vista legal y reglamentario se ha cumplido con todas las tareas y exigencias que imponía aquello, que la legislación se dio para enfrentar estos episodios, que es el plan de prevención y descontaminación”.

Sin embargo, me atrevo a decir que la Ministra de Medio Ambiente se equivoca. Ella es la máxima autoridad ambiental en nuestro país, y como tal, tiene una responsabilidad política en el tema, que va más allá de la legalidad del Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica (PPDA) de Santiago. Ella es por Ley la encargada de velar por un ambiente libre de contaminación y, si bien acepto en que esto no significa “que se deba vivir en ausencia total de contaminación, sino que conforme a normas que protejan la salud de la población”. Desde esa mirada, claramente podemos afirmar que durante esta semana los niveles de material particulado grueso (PM10) definidos por la norma chilena, se han “superado” con creces, impidiendo a los santiaguinos “vivir conforme a las normas que protegen su salud”.

Además, si nos centráramos exclusivamente en el análisis del PPDA también podríamos afirmar que la Ministra nuevamente se equivoca, pues existe una evidente ausencia de autoridad ambiental, desde que en enero del 2006 se dieron a conocer los malos resultados de la segunda Auditoría realizada al mentado Plan, y julio de 2008 donde aún esperamos su actualización. Desde su último ajuste, en el 2004, la realidad de Santiago ha cambiado sin que a la fecha se hayan hecho efectivas nuevas medidas.

Es más, estamos en condiciones de afirmar que en los últimos años, los gobiernos de la Concertación han dado pésimas señales a la hora de enfrentar el problema de la calidad del aire de la capital. Sólo por mencionar algunas: negociar por más de dos años con las empresas comercializadoras de estufas a leña para evitar prohibición de su venta en la región; expandir el radio urbano de la ciudad en post del negocio inmobiliario; construcción de autopistas urbanas; pésimo transporte público; retraso en la colocación de filtros a buses y camiones; retraso en la revisión de los convertidores catalíticos; rebaja en el impuesto a los combustibles, entre otras

En la necesidad de afrontar la actual crisis del aire de Santiago, el pasado 5 de junio la Ministra de Medio Ambiente anunció la creación del cargo de gerente del aire. Hoy reiteramos que Santiago no necesita un gerente del aire, sino que la Ministra de Medio Ambiente, el Director Ejecutivo de CONAMA y la Presidenta de la República tomen las decisiones que se requieren, más allá de cálculos políticos.

Los ciudadanos de la capital necesitamos señales claras. Santiago requiere de una Autoridad Política que cuente con el respaldo directo de la Presidenta, que tenga en sus manos el poder y las herramientas necesarias para coordinar las políticas regionales y tomar las medidas necesarias, para que la capital tenga un aire respirable, y que no tema a los costos políticos de dichas medidas. De lo contrario, la salud de la población seguirá pagando los costos y probablemente en el corto plazo tendremos que lamentar decenas de enfermedades y muertes como consecuencia de la contaminación del aire.

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*Paola Vasconi es coordinadora del Programa de Medio Ambiente de la Fundación Terram.